La susodicha carta era un insulto a la inteligencia y al conocimiento, un desprecio a nuestra profesión se ponga quien quiera como se ponga. Además, como dice @PsicEduM en uno de sus últimos tuits, no podemos saber qué va a ser el/la alumno/a en el futuro, con lo que escatimarle>

> ciertos conocimientos generales y la exigencia de adquirirlos puede ser un grave problema al enfrentarse a la vida profesional o simplemente a la vida cotidiana.

Que el artista no necesita las matemáticas: nada de obras proporcionadas (aunque sea en la proporción que le de la gana, que no todo va a ser proporción áurea), ni de cálculo de espacio o materiales, nada de geometría… En fin, nada de nada de matemáticas. Abajo con ellas.

El atleta no va a necesitar de conocimientos químicos porque ya se fiará de lo que le digan los médicos que le van a dar los medicamentos que necesita o prohibir los alimentos que interaccionan de manera contraproducente para su desempeño…

O le van a dar ese producto que hará que rinda más sin que le pillen. Pero él/ella no sabrá nada de nada, eh...

Al emprendedor sin conocimientos… bueno, mira a Paco el Pocero, qué bien le fue. Aunque la pregunta es ¿es tu hijo/a como el Pocero? O mejor aún: ¿quieres que lo sea? Pero vamos al lío que me desvío.

Por las partes que me toca, para mí el ejemplo que me llegó más al alma fue el del músico que no necesita aprender física para su profesión. Pero ¡qué narices es esto, Tontaco!

El músico necesita unos conocimientos cuando menos mínimos para ser un buen músico con todas las palabras. No puede enfrentarse, por ejemplo, a cualquier recinto con cualquier instrumento so riesgo de que la acústica juegue tan en su contra que el concierto sea una tortura >

> para él/ella y el público.

No puede ser que no sepa reconocer los efectos de la vibración de su instrumento en otros cuerpos o que no sepa, aunque sea de oído, identificar los choques de frecuencias entre diferentes instrumentos de rango próximo o entre diferentes cuerdas de un instrumento temperado.

No se puede ser del todo buen músico si no se sabe cómo jugar con formantes o armónicos. Si no se cuenta con las características del lugar que revertirán en una cierta reverberación, si no llevamos un equipo acústico que nos permita calcular a partir de qué punto de intensidad >

> o qué posición de amplis y micros vamos a tener acoples.

Y si te dedicas a la música moderna, no puedes ir por el mundo sin saber qué efectos produce cada combinación de conexiones por cable o cada botón de cada pedal o sintetizador en tu sonido.

Y a esto último nos hemos dedicado (y nos dedicaremos una o dos sesiones más) mi alumnado de 6º y yo estos días. Todo ello a partir de una obra “marciana”: Gesang der Jünglinge de Karlheinz Stockhausen, considerado padre de la música electrónica intencional.

Se trata de una obra en que Stockhausen manipula la voz de un adolescente con voz aún blanca que canta “Preiset den Hern” (“Alabad al Señor”) de la historia recogida en el Libro de Daniel en que los adolescentes Sadrac, Mesac y Abdénago son arrojados a un horno >

> por Nabucodonosor por no adorar los ídolos babilonios.

Stockhausen experimenta con la cinta magnetofónica y retuerce la capacidad de reproducción de ésta grabando el canto en reversa, ralentizando la velocidad, alterando el tono, mezclando la voz con impulsos electrónicos, >

> sonidos sinusoidales generados con los LFO del sintetizador analógico…

Identifica las vocales con un tipo de sonido concreto, determinados sonidos consonánticos con otros… En fin, a nuestros oídos puede sonar a fricada máxima, pero no olvidemos que >

a) sensu stricto la música es el arte de combinar sonidos de manera intencionada y b) tanto técnica como musicalmente hablamos de una obra seminal, de tanta importancia para la música académica como para artistas de la talla de Kraftwerk.

Efectivamente, a los oídos de mis alumnas/os suena a gran marcianada, pero en una primera escucha (de esas que hago de “escuchar por escuchar”) les pongo en contexto y les pongo solo un fragmento de 2 minutos (la obra dura 13’ 14’’).

Acto seguido, les hago cantar en grupo una canción de nuestro repertorio (en este caso la canción-juego “El mussol”) y grabo la interpretación con la grabadora de voz del móvil. Y ya nos ponemos con otras cosas.

La semana siguiente vuelvo con esa grabación pasada al pendrive y con un audio de esa grabación, manipulado con Audacity. Les pregunto si les suena un poco, un mucho o un nada a Gesang… y ellos responden. No hay una unanimidad en el “cuánto”, pero les suena.

Entonces les explico grosso modo cómo funciona Audacity.

Porque claro, Stockhausen manipulaba cinta magnética (alguno/a ya lo ha identificado con los cassettes que guardan sus padres), pero nosotros hemos de manipular un archivo informático.

Y ya sabiendo los rudimentos más básicos, les explico dos cosas: Los sonidos artificiales que se pueden generar aunque en la grabación haya silencio y los efectos más “destructores” (en el sentido de cambio radical del sonido respecto al original) que pueden aplicar, >

> y cómo pueden generar y aplicar todo ello.

Aprovecho para explicar varias cosas relacionadas con la física (mira tú por dónde), a saber: a)Que el sonido se propaga por el aire y que se trata de ondas que genera en el aire la vibración de un objeto.

b)Que cuantas más veces por segundo vibra el aire o el agua (y eso se mide en distancia: longitud de onda) más agudo lo oímos; a mayor longitud, menos vibraciones/s.

c)Que cuanto más se mueven las moléculas de aire o agua en la onda más fuerte oiremos el sonido, que eso se mide en amplitud de onda y que cuanto más ancha veamos la onda más intenso es.