Metamorphosis: The Alien Factor (Glenn Takakjian-1990). Terror ochentero puro: monstruo extraterrestre, científicos locos y tensión creciente. Efectos físicos deliciosos, criaturas viscosas y un final desatado. Serie B con encanto artesanal y aroma VHS: una joyita perdida.

Maleficia (Antoine Pellissier-1998). En la Bodega Palillo con los amigos de @Autotracking cayó esta joyita: sectas, zombies, vampiros, litros de sangre y caos feliz. Bastante amateur pero su gore casero brutal y su locura contagiosa la hacen irresistible.

Psicofonías 1.0 (Ivan G. Anderson-2005). Tremendo desastre: diálogos de infarto, actores amateurs y una estética noventera que pide auxilio. Pero vista en Bodega Palillo con los compis de @autotrackingfes es gloria: birras y un truño tan entregado que acaba siendo una fiesta.

Harakiri (Mayaki kobayashi-1962). Obra maestra construida en flashbacks que aprietan la tensión, pasa del melodrama a la tragedia hasta un clímax feroz: un duelo convertido en ballet bélico. Y al frente, un Nakadai inolvidable, pura presencia y furia contenida.

Requiem para el gringo (Eugenio Martín, José Luis Merino-1968). Sorpresón del spaghetti patrio (Coproducción España/Italia): western místico, casi de terror, que remata con un duelo en pleno eclipse como si el cosmos también pidiera venganza.

Mi querida señorita (Jaime de Armiñán-1972). Un argumento brillante que la censura dejó pasar sin ver todo el morbo que escondía. Armiñán juega con el recato para disparar la tensión y el desconcierto. Personajes cuidados, sutileza pura y un giro que aún hoy descoloca.

Niños de cera (Ivan Nitchev-2005). Drama criminal ridículo donde nada encaja: actuaciones tiesas, trama caótica y un tono que va dando tumbos sin rumbo. Nitchev apunta alto pero la peli se derrite como la cera del título. Mala, pero de esas que ves solo porque aparece Udo Kier.

La prima Angélica (Carlos Saura-1974). Saura se marca un viaje al trauma donde pasado y presente se mezclan como si Luis tuviera la mente hecha un cajón desastre. Entre recuerdos chungos, familia rancia y amores idealizados, la peli incomoda pero engancha.

Terror en la noche (Harald Reinl-1962). Coproducción Alem/Esp/Ital. Krimi 60s en vena: un asesino con un método tan raro como memorable. Mezcla misterio, ritmo ágil y ese encanto pulp tan propio de Reinl. Entretenida y muy de su época...Ah, y Eugenio Martín como coguionista.

La tía Tula (Miguel Picazo-1964). Retrato afilado de la represión emocional y moral en la España franquista. Aurora Bautista brilla en una historia dura donde cada silencio pesa. Un drama sobrio, incisivo y moderno que sigue hiriendo más por lo que calla que por lo que muestra.

Hors Satan (Bruno Dumon-2011). Es Dumont desatado: personajes extraños, paisajes salvajes y milagros tan secos como su humor. Una mezcla rara entre western místico y poesía agreste. Si conectas, te atrapa; si no, parece otra excursión intensa de Dumont por el abismo.

Nightwatch (Ole Bornedal-1997). Remake del film danés de 1994, “Nattevagten” es un sólido thriller de atmósfera opresiva que explota muy bien la morgue como escenario. McGregor y Nolte sostienen el misterio y la tensión avanza firme hasta un final eficaz. Un notable thriller 90's

No other choice (Park Chan-wook-2025). Adaptación interesante de la novela de Westlake pero sigo prefiriendo Arcadia de Costa-Gavras: más irregular, sí, pero con un José Garcia enorme. Cumple como thriller social: directo en su crítica al capitalismo, ágil,entretenido y travieso.

Brannigan (Douglas Hickox-1975). Wayne se marca su propio “poli duro” tras rechazar el papel de Harry el Sucio, y el invento funciona a su manera: choque cultural en Londres, humor seco y mamporros a la vieja usanza. No es una joya, pero tiene carisma y sabor a clásico tardío.

La bella y la bestia (Jean Cocteau-1944). Pura poesía en movimiento. Cocteau transforma el cuento en un sueño extraño y hermoso, con manos vivientes, pasillos imposibles y magia a cada paso. Una fábula elegante, hipnótica y sorprendentemente moderna, todavía capaz de hechizar.

King Kong 2 (John Guillermin-1986). Secuela de la de 1976 que se lanza sin frenos: corazón artificial, Kong enamorado y un tono que mezcla drama con ideas imposibles. No es buena pero tiene ese aire de no puedo creer que rodaran esto que la hace curiosa y en su rareza, simpática.

Los dos remakes de King Kong: El del 76 apuesta por lo humano y lo político; el 2005, por la épica y la emoción a gran escala. Uno es más directo y terrenal, el otro un espectáculo total. Dos Kong distintos, cada uno fiel a su época y con motivos para seguir revisándolos.

King Kong (Peter Jackson-2005). Jackson tira la casa por la ventana: acción, criaturas, épica y un Kong digital que transmite más de lo esperado. Le sobran minutos y melodrama, pero cuando se pone serio emociona de verdad. Un homenaje gigante al mito, en todos los sentidos.

King Kong (John Guillermin-1976). Remake setentero de la de 1933 con personalidad: mezcla aventura, romance y una crítica al poder empresarial que sigue funcionando. A veces se vuelve torpe y no todo encaja, pero tiene un encanto muy suyo y un Kong sorprendentemente emocional.

Munchies (Tina Hirsch-1987). La versión más cutre y gamberra del boom post-Gremlins. Producida por Roger Corman, presenta unos bichos de trapo tan cutres que hacen que los Ghoulies parezcan artesanía fina y que los Critters aspiren a la estatuilla al mejor maquillaje. Regulera.