Despues de la perra y la tortuga, mi hija se empeñó en tener un pez. Yo, inflexible, inasequible al desaliento, le dije que nunca, nunca, jamás, en ninguno de los universos paralelos que existen, ni siquiera en un futuro muy muy lejano iba a tener un pez.
Dorado se llama.