Dirijo la Escuela de Literatura Científica Creativa, edito
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y escribo hilos y
#sciku
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Una familia al otro lado del telón de acero está a punto de abandonar su país.
Sin que su hija Susan la vea, Katalin esconde algo en el interior del oso de peluche de la pequeña.
La suerte está echada.
Va hilo
#D
íaMujeryNiñaenCiencia
#11F
"La entrenadora nucleica"
🧵 👇
Hoy es un día emocionante.
Katalín Karikó me ha escrito agradeciendo el hilo sobre su historia con el ARNm y puntualizando algunos detalles.
Contarla entre mis seguidores es como si el Premio Nobel me lo hubiesen dado a mí.
Este es el hilo 👇
Una familia al otro lado del telón de acero está a punto de abandonar su país.
Sin que su hija Susan la vea, Katalin esconde algo en el interior del oso de peluche de la pequeña.
La suerte está echada.
Va hilo
#D
íaMujeryNiñaenCiencia
#11F
"La entrenadora nucleica"
🧵 👇
Una familia al otro lado del telón de acero está a punto de abandonar su país.
Sin que su hija Susan la vea, Katalin esconde algo en el interior del oso de peluche de la pequeña.
La suerte está echada.
Va hilo
#D
íaMujeryNiñaenCiencia
#11F
"La entrenadora nucleica"
🧵 👇
Jubilado desde hacía 10 años, aún conservaba su despacho en el instituto. Cuando falleció en 1955, su escritorio quedó con este aspecto.
Los últimos objetos que Albert Einstein depositó sobre su mesa fueron su pipa y una foto.
Una foto que llamó poderosamente mi atención.
El despacho de Jacob Kuechler, un objetor de conciencia durante la Guerra Civil estadounidense, parecía un aserradero.
Rodajas de ramas y troncos de roble, de distintos diámetros y grosores, se apilaban por toda la estancia.
🧵 👇
Laboratorio de Histología, Residencia de Estudiantes, Madrid.
Un día me pregunté qué historia podría ocultarse tras esta fotografía de Federico García
#Lorca
tras el microscopio.
No me terminaba de creer que fuese solo un posado para la foto.
Va hilo lorquiano.
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El 10 de diciembre de 2023 Katalin Karikó recibió, junto a Drew Weissman, el Premio Nobel en Fisiología o Medicina de manos del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia.
Navidad de 1845. Michael mira a su esposa Sarah mientras enciende las velas del árbol.
Pone a la altura de los ojos su vaso de whisky para observar la luz de la llama a través del cristal.
Y tiene una revelación.
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Cuando Margaret Keenan se convirtió en la primera paciente del mundo en recibir la vacuna ARN contra el SARS-CoV-2, solo habían pasado 11 meses desde el descubrimiento del virus.
Una realidad que comenzó a gestarse 40 años antes por la tenacidad de una investigadora húngara.
Para no desequilibrar la nave ni descoordinar a sus compañeras, se puso a hacer la serie de abdominales más dura de su vida siguiendo los movimientos y la cadencia de sus compañeras.
Con la ayuda de ese remo invisible, y contra todo pronóstico, ganaron la regata.
Una microembarcación con una “Sandra Piñeiro”, la pseudouridina, con su remo invisible para el sistema inmune y que disputa regatas en nuestras células para ganar el más importante campeonato del mundo: combatir una enfermedad pandémica.
Este hilo se podría haber titulado “Remando en la oscuridad”, pero ya existe un libro con ese título.
Su autora, Sandra Piñeiro, se dirige a las personas atrapadas en el mismo mar que ella mientras sufrió la tormenta de la anorexia.
Un libro con páginas empapadas de agua salada.
Entre el público está la madre de Susan, Katalin Karikó, y tiene otra importante victoria personal que celebrar tras una travesía mucho más larga y complicada que la culminada por su hija.
Su artículo sobre una modificación del ARN mensajero ha sido aceptado para su publicación.
El resumen del artículo, aceptado para publicar 6 días antes de que Susan ganase la medalla de oro, concluye con esta profética frase:
"Las mejoras aportadas por la pseudouridina hacen del ARN mensajero una herramienta prometedora para la sustitución de genes y la vacunación.
En 1985 emigra con su familia a Estados Unidos para incorporarse a la Temple University.
El oso de peluche de su hija Susan, que por entonces tenía dos años, sirvió de escondite para sacar de Hungría los 1.000 dólares que consiguió tras vender su coche en el mercado negro.
El interés de Katalin por este mensajero celular se remonta a principios de la década de 1980 mientras trabajaba en el Centro de Investigaciones Biológicas de la Academia de Ciencias de su Hungría natal.
Lanzó el remo roto por la borda, tomó el de repuesto pero no tiene dónde colocarlo. El soporte se había arrancado de cuajo.
Duda unos segundos sobre qué hacer. Sabe que es un peso muerto para sus compañeras y no quiere que lo sucedido las desconcentre.
Le fascinaba el potencial del ARN para proporcionar las instrucciones al organismo y que fuese capaz de fabricar su propia línea de combate contra enfermedades.
Drew era un inmunólogo recién llegado y tenía lo que Katalin necesitaba: un oído interesado en su idea y fondos para financiar los experimentos, así que se asociaron.
El ARN es una molécula vulnerable, como Sandra Piñeiro mientras luchaba contra la anorexia.
Por eso el ARN de la vacuna se administra encapsulado en una partícula de lípidos.
Como aquellos 1.000 dólares que pasaron la frontera húngara escondidos en un oso de peluche.
Con el tiempo comenzó a destacar en esta disciplina y de forma imprevista, surgió la oportunidad en forma de campeonato nacional.
El entrenador sustituyó a una compañera que arrastraba una lesión de muñeca y cedió a Susan su puesto en la embarcación.
Aquí comienza a trabajar en terapias de ARN para que los trasplantes de vasos sanguíneos aumentasen su tasa de éxito.
Pero la atractiva promesa del ARN mostró pronto un serio inconveniente.
Como en aquella competición de remo en que la compañera lesionada fue sustituida por Susan, la "entrenadora" Katalin propuso una secuencia de ARN donde la pseudouridina sustituye a la uridina para no provocar la severa reacción del sistema inmune.
Inducía al sistema inmune a producir una severa respuesta inflamatoria que resultaba letal en casi todos los casos.
La gravedad del problema hizo huir a los investigadores de lo que parecía un callejón sin salida.
Katalin, sin embargo, estaba decidida a explorarlo.
La siguiente década traería nuevos horizontes para Katalin y para su hija.
En la misma universidad en la que su madre continuaba trabajando en el más bajo escalafón académico, Susan ingresa como estudiante en el año 2000.
Pero su estancia en la Temple University solo dura cuatro años.
La amenaza de deportación por una disputa con su jefe la obliga a llevarse sus ilusiones a la Universidad de Pensilvania.
Pero en 1997 su destino cambió junto a esta máquina.
Mientras Katalin fotocopiaba algunos artículos, Drew Weissman esperaba su turno y se pusieron a charlar sobre sus respectivas investigaciones.
Por la misma época, Katalin y Drew trataban de identificar cuál de los cuatro nucleósidos constituyentes del ARN provocaba la reacción del sistema inmune.
Y Katalin encontró un estudio que lo señalaba.
Lo cierto es que después de tres años de resultados mediocres, el equipo se alzó con el campeonato.
Desde ese momento lo tuvo muy claro. Tras graduarse puso toda su determinación en el sueño olímpico.
De casta le viene al galgo.
La responsable de tan adversa respuesta era la letra U del código: la uridina.
La clave estaba en sustituirla por una molécula con la misma función en la secuencia del ARN pero que no disparase la hostil reacción.
Todas estas metáforas marinas vienen a cuento porque Sandra Piñeiro también es remera, pero de la liga femenina de traineras.
En una regata en julio de 2019 y a mitad de la prueba, a Sandra se le partió el remo.
Le denegaban por sistema toda la financiación que solicitaba hasta que le dieron un ultimátum.
Si se empecinaba en seguir esa línea de investigación, sería degradada de su posición académica y se recortaría su salario.
Comienza la final de remo en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, ocho con timonel femenino con un recorrido de 2.000 metros.
El silencio se rompe con la bocina de salida y las voces de las timoneles marcando el ritmo.
Aunque en principio quiere centrarse en las asignaturas y dejar de lado los deportes, le llama la atención un folleto del equipo de remo y piensa que merece la pena intentarlo.
Seis minutos y cinco segundos después de la salida, la embarcación estadounidense atraviesa la línea de meta y estalla el júbilo.
Han ganado la medalla de oro.
Pronto, la enérgica boga de las estadounidenses sobre las tranquilas aguas del Parque Olímpico de Shunyi las coloca en cabeza por la calle tres, mientras marcan sus efímeras ocho huellas con una cadencia de 36 paladas por minuto.
Ya en los últimos 500 metros de la prueba, la timonel estadounidense arenga a sus remeras mientras vigila de cerca la proa de las rumanas que avanza por la calle cuatro.
Vivian, de 81 años, toma el sol en este banco de Rogers Beach, Chicago.
Mientras, a 16 km de allí, John puja por sus posesiones más preciadas.
La anciana ignora que sus bienes se están subastando. John desconoce la existencia de Vivian.
Va hilo
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El despacho de Jacob Kuechler, un objetor de conciencia durante la Guerra Civil estadounidense, parecía un aserradero.
Rodajas de ramas y troncos de roble, de distintos diámetros y grosores, se apilaban por toda la estancia.
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De momento, no es posible cerrar este relato para sacarlo a la luz. Ralph Morse tardó 55 años en poder hacerlo. A veces, nunca se consigue.
No descarto, algún día, hacer una escapada a Princeton y comprar un par de botellas de whisky.
FIN
Sucedió una noche de ópera.
Una idea brillante surgió en el patio de butacas del Teatro Infanta Isabel.
Era 2 de enero de 1922.
#TalD
íaComoHoy de 1936 fallecía en accidente aéreo el ingeniero e inventor del autogiro Juan de la Cierva. Esta es la historia de aquella idea.
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Ese mismo año nació un ejemplar muy particular de almeja de Islandia a la que pusieron el nombre de Ming.
Si la dendrocronología data los anillos de crecimiento de los árboles, la esclerocronología lo hace con las especies que generan su propio exoesqueleto, como las almejas.
La vida deja improntas que revelan parte de la historia de la Tierra.
La longevidad de esta almeja ha permitido estudiar la variabilidad del clima marino en el norte de Islandia mediante un archivo de sus conchas que abarca 1.357 años.
Cada tarde se entregaba a una labor obsesiva desde que leyó un fragmento en el "Trattato della pittura" de Leonardo:
"Los círculos de las ramas de los árboles aserrados muestran el número de sus años, y cuáles eran más húmedos o más secos cuanto mayor o menor su espesor".
El mismo año en que se imprimía "El origen de las especies", Kuechler publicaba "El clima en Texas".
Probablemente, fue la manera de resarcir su ausencia del campo de batalla y hacer su aportación al estado confederado.
Las bandas acumuladas en su concha lanzaron a este humilde bivalvo al libro Guinness de los Records como el animal más longevo conocido hasta la fecha.
Cuando fue capturado al norte de Gales en 2006 contaba con 507 años.
Ese martes 18 de abril, el instituto estaba bastante tranquilo.
Buscó al conserje, se identificó, y ante el persuasivo color de la botella de Bourbon, accedió a abrirle el despacho de Einstein para hacer un par de fotos.
Salté sobre el ordenador y la comparé con la postal que aparecía sobre la mesa de Einstein.
No había duda. Coincidía.
Estaba leyendo una postal de Barcelona. Quizá, lo último que hizo el último día en su despacho. Su última correspondencia.
Pero, ¿de quién?
Las imágenes de Cajal sobrecogen a Lorca por su simbolismo al unir lo subjetivo y lo objetivo.
Las redes neuronales como soporte de la percepción y el pensamiento, representadas para su estudio científico.
Y así fue hasta que aquel reportaje fotográfico cumplió 55 años, 3 años después de que la propia revista LIFE lanzara su última tirada en papel.
Las fotografías, junto con los avatares de Ralph Morse por obtenerlas, se publicaron en la web de LIFE en 2010.
Quizá fuese Rafael Campalans, también físico e ingeniero, que ofreció a Einstein una cena íntima en su casa el penúltimo día de su visita.
A modo de simpático homenaje, Campalans elaboró un menú con expresiones en latín que hacían referencia a conceptos de la relatividad.
Le fascinan hasta tal punto que encuentra inspiración en las imágenes de Cajal para sus propios dibujos.
La similitud en formas y estilo no es fruto de la casualidad.
En ocasiones, debía desbastar algún resalte del corte con una larga escofina para que el papel se asentara lo más liso posible.
Se llevaba el calco a la habitación contigua, un archivo con intenso aroma a resina, y lo clasificaba en función del lugar de origen de la rodaja.
Regla y compás en ristre, realizaba cada vez el mismo rito. Afilaba su lápiz de sección ovalada con la ayuda de un formón estrecho, lo amarraba con un cordón al compás y dividía cada rodaja en ocho sectores.
Afortunadamente, consigue llegar poco antes de que familiares y amigos apareciesen en escena. Estaba emocionadísimo porque sabía que sería el único en tener esas fotos.
Hans, el hijo de Einstein, se le acerca, le pregunta su nombre y le agradece su asistencia.
"La grandeza de una poesía no depende de la magnitud del tema, ni de sus proporciones ni sentimientos.
Se puede hacer un poema épico de la lucha que sostienen los leucocitos en el ramaje aprisionado de las venas."
Es en este momento, tras ver por primera vez las fotografías en la web, que comencé mi propia investigación.
Una fotografía dentro de la fotografía.
Tenía que averiguar de qué se trataba.
Leonardo escribió los cuadernos que formarían parte de su "Trattato della pittura" mientras estaba al servicio de Ludovico Sforza, pero en 1499 las tropas francesas conquistaron el Ducado de Milán.
Ludovico huyó a Alemania y Leonardo se marchó a Venecia.
A continuación, realizaba un calco de los anillos en papel de seda sobre el que marcaba una Rosa de los Vientos con la orientación que tenía la rodaja de madera en el árbol.
Tampoco es casualidad que en su libro «Recuerdos de mi vida», Cajal diga lo siguiente:
"Recuerdo que una vez me pasé sobre el microscopio veinte horas seguidas, avizorando los gestos de un leucocito moroso en sus laboriosos forcejeos para evadirse de un capilar sanguíneo".
Tras cerrar el cajón del archivo cuidadosamente, permanecía unos segundos en el archivo, estirando la espalda y relajando los brazos, antes de volver al despacho, barrer el serrín y cargar la siguiente rodaja de madera.
¿Y si la postal llegó desde el bar Refectorium? Este establecimiento de ambiente medieval, en Rambla del Centre 36, aparecía con mención destacada en el diario de viaje de Einstein.
Hasta la New York Public Library conserva el menú del restaurante.
Se sirvieron, por ejemplo, "habas a la Lorentz transformadas a la catalana" y "langostinos a la Gauss con salsa mayonesa en el perihelio". Todo ello regado con "jerez inercial", "manzanas pequeñas con efecto Doppler (sidra)" y "cava relativista".
Centré mi búsqueda de antiguas tarjetas postales en portales de coleccionismo. Mi pantalla pronto se saturó de paisajes urbanos europeos.
Podría ser algún lugar de Suiza. También pensé en lugares de España, aunque la visita de Einstein quedaba muy atrás en el tiempo.
Llegado a este punto, me puse a especular. ¿Quizá alguien que le recibió en su visita a Barcelona en 1923 y con quien mantenía contacto?
El físico e ingeniero Esteve Terradas, que cursó su invitación, no podía ser. Había fallecido 5 años antes.
De regreso a Nueva York, Morse entra exultante en la redacción. Sabe que tiene una gran exclusiva y va directamente a hablar con Ed Thompson, el editor jefe de LIFE.
Cuando entra en su despacho, intuye que algo no va bien.
"El vacío no está tan vacío", un hilo
#PVsentidos
para
@hypatiacafe
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Cuando el compositor John Cage visitó la cámara anecoica de la Universidad de Harvard no imaginaba lo que iba a experimentar.
Tras su regreso a España, Federico se unió con su teatro ambulante La Barraca a las Misiones Pedagógicas, que llevarían la cultura en sus múltiples facetas a los pueblos más aislados y a las aldeas más olvidadas de España.
Cuando Ralph Morse, reportero gráfico de la revista LIFE, recibió la noticia del fallecimiento de Einstein, tomó su cámara y se puso en camino hacia el Hospital de Princeton.
Aunque puede que, en realidad, la explicación sea más simple. Tan simple como que algún amigo en viaje turístico por España le escribiese enviándole saludos.
Cada posibilidad, el germen de una historia.
Mientras, en los bosques de Texas, los robles repartidos por todo el estado serían testigos de primera mano de las inclemencias que soportaron durante su desarrollo.
Aprovechaba cualquier rato libre para continuar deslizando imágenes en el móvil, aunque con una esperanza muy escasa. Dudaba de que pudiese llegar a alguna parte.
Pero una noche, con el smartphone pegado a la cara, apareció.
Era esa. ¡Tenía que ser esa!
Lo primero que hice fue ampliar esa zona y la introduje en Google Imágenes. Como supuse, no hubo resultados. No tenía la más remota idea de dónde encontrar una pista sobre el lugar que aparece en la foto.
Entonces me fijé en algo que, quizá, me permitiría acotar la búsqueda.
Intuir, cavilar con mente atenta,
escudriñar desde hombros elevados,
explorar con sentidos aumentados,
confiar, dudar mientras se experimenta.
Suspirar, soñar, hacer la maleta,
investigar, hablar en otra lengua,
el deseo por volver que no mengua
entre muestras y luz ultravioleta
Pero lo que yo no sabía era que Lorca había hecho las paces con la ciencia incluso antes de marcharse a Nueva York.
Como al inicio de este hilo, Federico se asoma a lo que a él le parece un caleidoscopio desde que descubre los dibujos de Santiago Ramón y Cajal.
Sin embargo, las fotos con las que Lorca quería ilustrar la obra no han llegado hasta nuestros días.
Solo queda el testimonio de la lista mecanografiada por él mismo, con los títulos de las 18 instantáneas que había seleccionado.
Gracias de corazón a todas y a todos por dedicar un corazoncito, un RT o unas hermosas palabras a este hilo.
Gracias por hacer posible que una historia como esta llegue a muchas más personas. 😍
#D
íaMujeryNiñaenCiencia
#11F
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Una familia al otro lado del telón de acero está a punto de abandonar su país.
Sin que su hija Susan la vea, Katalin esconde algo en el interior del oso de peluche de la pequeña.
La suerte está echada.
Va hilo
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íaMujeryNiñaenCiencia
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"La entrenadora nucleica"
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La entrada del hospital era un caos de periodistas y curiosos. Allí no iba a poder hacer gran cosa, así que se dirigió hacia el Instituto de Estudios Avanzados.
Por el camino se detuvo a comprar varias botellas de whisky.
Pero un tiempo después, volví a armarme de paciencia para continuar escudriñando.
A golpe de ratón, fui pasando rincones de ciudades, unos con más parecido que otros, pero la coincidencia seguía resistiéndose.
Jubilado desde hacía 10 años, aún conservaba su despacho en el instituto. Cuando falleció en 1955, su escritorio quedó con este aspecto.
Los últimos objetos que Albert Einstein depositó sobre su mesa fueron su pipa y una foto.
Una foto que llamó poderosamente mi atención.